Ciudades portuarias y su impacto en la salud humana. Evolución histórica y retos presentes

María del Carmen Amaro Cano

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Resumen

A finales del siglo XVIII e inicios del XX, la situación higiénica de La Habana era deplorable. El puerto estaba altamente contaminado, y en él desaguaban arroyos y cloacas con todo género de deyecciones y residuos de matadero, que eran conducidos por un canal hasta la ensenada de Atarés. La limpieza, el empedrado y el transporte urbano, que eran tres elementos importantes para la conservación del puerto, clave en la economía, no siempre se cumplían. A mediados de 1831, la Junta Superior de Sanidad implantó controles cuarentenarios a los buques provenientes de Hamburgo y de otros puertos del norte de Europa, invadidos por el cólera. No obstante, tanto la epidemia de 1833 como la de 1850, procedentes de territorio norteamericano, llegaron por vía marítima en barcos dedicados al comercio. Su aparición se debió principalmente a la eliminación de las actividades de vigilancia epidemiológica, que en esa época incluían la cuarentena a los barcos que llegaban a los puertos nacionales procedentes de zonas de epidemia. Las epidemias influyeron y estuvieron relacionadas con la actividad económica y comercial, en virtud de que el puerto de La Habana era un sitio clave para el intercambio comercial Europa-América, por su situación geográfica, y no pocas veces en él coincidían buques que habían transportado mercancías entre un puerto contaminado y otro libre de enfermedades. En Cuba, el incumplimiento del Reglamento de Cuarentenas hizo vulnerable a la población de la isla a las dos grandes epidemias del siglo XIX. En la actualidad, con el aumento del turismo y, en correspondencia, el incremento de los viajes aéreos y marítimos, con introducción de personas y materiales, el riesgo puede ser aún mayor si no se cumplen estrictamente las medidas de vigilancia epidemiológica.

Palabras clave

ciudades portuarias; salud humana; epidemias

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